Virgen del Camino

Virgen del Camino
Madre de Dios

viernes, 20 de abril de 2012

Nuestra Señora del Pino.

NUESTRA SEÑORA DEL PINO.

Patrona de Las Palmas y de la Isla de Gran Canaria.

El pasado sábado, en  una finca de Granada conocí a un grupo de jóvenes que estaban disfrutando en su viaje de estudios, de un día de equitación. Día intempestivo, lluvioso y frío de mediados de abril.  Al frente del grupo un profesor, Octavio, dirigía a la veintena de chicos y chicas de edades entre los 16 y 17 años. Octavio, profesor de educación física, hombre cabal y con las ideas claras andaba algo resignado ante la situación de algunos jóvenes en la sociedad que nos toca vivir, de la consabida falta de valores. Quizás la vida muelle a la que hemos acostumbrado a nuestros hijos, con sobreabundancia de tecnología y carencia en el esfuerzo personal y el servicio a los demás haya dado un prototipo de joven blando y de miras cortas.

Entre todo el grupo de gente encantadora, me llamó la atención un chico que en mi ignorancia le mencioné a la Virgen de Candelaria, haciéndome ver  que ellos no eran de Tenerife. “Nosotros veneramos a Nuestra Señora del Pino”, contestó vivamente y con cierta emoción en su voz, cuando me lo decía. Un joven extrovertido, de casi un metro noventa y facción jovial, con esa forma de hablar que nos choca a los de la península y que al principio confundimos entre el andaluz de Cádiz  y el cubano.

Cristian, que así se llama prosiguió, narrando la devoción que él y todos los grancanarios profesan a la Virgen. –“Ella cumple y yo cumplo”. Y sigue explicando su frase lapidaria.  –“Le pedí por la salud de mi abuela y por el nacimiento de mis dos sobrinos y me concedió que todo saliese bien. Y subí de peregrinación”. Y prosiguió, -“ y aunque no me lo hubiese concedido subiría de la misma forma”.  Me di cuenta, sin ánimo de juzgar la fe de nadie, que la tenía bien arraigada y  no tenía atisbos de  fanatismo ni de sincretismo. Fe limpia, eso es lo que  otorga el Espíritu Santo a los amantes de la Virgen María.

Es cierto que la fe debe ir acompañada de estudio, oración y mortificación para que no se contamine y la echemos a perder.  Cuando subimos al santuario, el que sea, en peregrinación, no subimos solos. Aunque vamos a visitar a la Madre de Dios, ella sube con nosotros. Y ella nos presenta ante su Hijo. Y ya no corremos riesgo de perdernos. Con 16 o con 96 años, la fe nos hace otra vez niños. Volvemos a nacer constantemente. Se afronta la vida con entusiasmo. Ya nada es igual. Como decía uno; “antes, de profesión, me dedicaba a destripar terrones, ahora me dedico a destripar terrones por amor a Dios”.

Los jóvenes no pierden valores cuando no pierden de vista a Dios, cuando no pierden de vista a su santísima Madre, por la sencilla razón que el valor absoluto es Dios. Es el valor de los valores.

En Teror está el santuario de Nuestra Señora del Pino. Su historia es bonita y plagada de tradiciones. La imagen de origen, posiblemente sevillano.
¡Viva la Virgen del Pino!

domingo, 18 de marzo de 2012

San José

SAN JOSÉ

Esposo de la Bienaventurada Virgen María, varón justo, nacido de la estirpe de David, que hizo las veces de padre para el Hijo de Dios, Cristo Jesús, el cual quiso ser llamado hijo de José, y le estuvo sujeto como hijo a su padre. La Iglesia lo venera con especial honor como patrón, a quien el Señor constituyó sobre su familia (elogio del Martirologio Romano)

“JOSÉ, SU ESPOSO, QUE ERA JUSTO”. Dios interviene en la vida de José dándole un giro radical y sirviéndose de él para cumplir sus promesas. Aun cuando no comprende lo que está pasando en su vida, toma decisiones fiado de Dios, quién le mostrará el designio que tiene reservado para él y su esposa. José, con humildad y obediencia intachables, acoge la voluntad del todopoderoso. Pidamos la gracia de escuchar y acoger la voluntad de Dios. 



Santo evangelio según san Mateo                                1,16.18-21. 24ª

            JACOB ENGENDRÓ A JOSÉ, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo. El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera:
María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: - “José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados”.
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor.
Palabra de Dios.


No tengas reparo en llevarte a María, tu mujer.



Dirigiéndose a José, a través de las palabras del ángel, Dios le habla como esposo de la Virgen de Nazarez. Lo que se ha realizado en ella por obra del Espíritu Santo expresa al mismo tiempo una confirmación del vínculo esponsal que ya existía entre José y María. El mensajero dice claramente a José: No tengas reparo en llevarte a María, tu mujer. Así, lo que había tenido lugar antes –su desposorio con María- era voluntad de Dios y, por tanto, se debía mantener. En su maternidad divina, María debe seguir viviendo como una virgen, esposa de un marido.
En las palabras que se le dicen a José en la “anunciación nocturna” éste comprende la verdad divina sobre la vocación inefable de su esposa, y al mismo tiempo comprende la verdad sobre su propia vocación. Este hombre justo, que dentro del espíritu de las más nobles tradiciones del pueblo elegido, amaba a la Virgen de Nazaret y estaba unido a ella por un amor esponsal, es nuevamente llamado por Dios para vivir este amor. José hizo lo que le había mandado el ángel: ante estas palabras, ¿no debemos concluir que su amor como hombre fue también regenerado por el Espíritu Santo? ¿No es preciso también pensar que el amor de Dios, que ha sido derramado en el corazón del hombre por el Espíritu Santo, construye de la manera más perfecta todo amor humano?
                                                           Beato Juan Pablo II
Primer papa polaco de la historia. Su pontificado ha sido el tercero más largo de la historia (1920-2005)

domingo, 1 de enero de 2012

Una mujer coherente.

LA COHERENCIA  DE MARÍA
La fe no es para predicarla sólo, sino especialmente para practicarla. Quizá con frecuencia nos falten las fuerzas. Entonces —y acudimos de nuevo al Santo Evangelio—, comportaos como aquel padre del muchacho lunático. Se interesaba por la salvación de su hijo, esperaba que Cristo lo curaría, pero no acaba de creer en tanta felicidad. Y Jesús, que pide siempre fe, conociendo las perplejidades de aquella alma, le anticipa: si tú puedes creer, todo es posible para el que cree. Todo es posible: ¡omnipotentes! Pero con fe. Aquel hombre siente que su fe vacila, teme que esa escasez de confianza impida que su hijo recobre la salud. Y llora. Que no nos dé vergüenza este llanto: es fruto del amor de Dios, de la oración contrita, de la humildad. Y el padre del muchacho, bañado en lágrimas, exclamó: ¡Oh Señor!, yo creo: ayuda tú mi incredulidad.

Se lo decimos con las mismas palabras nosotros ahora, al acabar este rato de meditación. ¡Señor, yo creo! Me he educado en tu fe, he decidido seguirte de cerca. Repetidamente, a lo largo de mi vida, he implorado tu misericordia. Y, repetidamente también, he visto como imposible que Tú pudieras hacer tantas maravillas en el corazón de tus hijos. ¡Señor, creo! ¡Pero ayúdame, para creer más       y       mejor!

Y dirigimos también esta plegaria a Santa María, Madre de Dios y Madre Nuestra, Maestra de fe: ¡bienaventurada tú, que has creído!, porque se cumplirán las cosas que se te han anunciado de parte del Señor.
(204 Amigos de Dios) san Josemaría Escrivá (Fundador del Opus Dei)

LA MUJER EN LA VIDA DEL MUNDO Y DE LA IGLESIA
Monseñor, cada vez es mayor la presencia de la mujer en la vida social, más allá del ámbito familiar, en el que casi exclusivamente se había movido hasta ahora. ¿Qué le parece esta evolución? ¿Y cuáles son, a su entender, los rasgos generales que la mujer ha de alcanzar para cumplir la misión que le está            asignada?.

En primer término, me parece oportuno no contraponer esos dos ámbitos que acabas de mencionar. Lo mismo que en la vida del hombre, pero con matices muy peculiares, el hogar y la familia ocuparán siempre un puesto central en la vida de la mujer: es evidente que la dedicación a las tareas familiares supone una gran función humana y cristiana. Sin embargo, esto no excluye la posibilidad de ocuparse en otras labores profesionales —la del hogar también lo es—, en cualquiera de los oficios y empleos nobles que hay en la sociedad, en que se vive. Se comprende bien lo que se quiere manifestar al plantear así el problema; pero pienso que insistir en la contraposición sistemática —cambiando sólo el acento— llevaría fácilmente, desde el punto de vista social, a una equivocación mayor que la que se trata de corregir, porque sería más grave          que    la mujer abandonase la labor con los suyos.

Tampoco en el plano personal se puede afirmar unilateralmente que la mujer haya de alcanzar su perfección sólo fuera del hogar: como si el tiempo dedicado a su familia fuese un tiempo robado al desarrollo y a la madurez de su personalidad. El hogar —cualquiera que sea, porque también la mujer soltera ha de tener un hogar— es un ámbito particularmente propicio para el crecimiento de la personalidad. La atención prestada a su familia será siempre para la mujer su mayor dignidad: en el cuidado de su marido y de sus hijos o, para hablar en términos más generales, en su trabajo por crear en torno suyo un ambiente acogedor y formativo, la mujer cumple lo más insustituible de su misión y, en consecuencia, puede alcanzar ahí su perfección personal.

Como acabo de decir, eso no se opone a la participación en otros aspectos de la vida social y aun de la política, por ejemplo. También en esos sectores puede dar la mujer una valiosa contribución, como persona, y siempre con las peculiaridades de su condición femenina; y lo hará así en la medida en que esté humana y profesionalmente preparada. Es claro que, tanto la familia como la sociedad, necesitan esa aportación especial, que no es de ningún modo secundaria.

Desarrollo, madurez, emancipación de la mujer, no deben significar una pretensión de igualdad —de uniformidad— con el hombre, una imitación del modo varonil de actuar: eso no sería un logro, sería una pérdida para la mujer: no porque sea más, o menos que el hombre, sino porque es distinta. En un plano esencial —que ha de tener su reconocimiento jurídico, tanto en el derecho civil como en el eclesiástico— sí puede hablarse de igualdad de derechos, porque la mujer tiene, exactamente igual que el hombre, la dignidad de persona y de hija de Dios. Pero a partir de esa igualdad fundamental, cada uno debe alcanzar lo que le es propio; y en este plano, emancipación es tanto como decir posibilidad real de desarrollar plenamente las propias virtualidades: las que tiene en su singularidad, y las que tiene como mujer. La igualdad ante el derecho, la igualdad de oportunidades ante la ley, no suprime sino que presupone y promueve esa diversidad, que es riqueza para todos.

La mujer está llamada a llevar a la familia, a la sociedad civil, a la Iglesia, algo característico, que le es propio y que sólo ella puede dar: su delicada ternura, su generosidad incansable, su amor por lo concreto, su agudeza de ingenio, su capacidad de intuición, su piedad profunda y sencilla, su tenacidad... La feminidad no es auténtica si no advierte la hermosura de esa aportación insustituible, y no la incorpora a la propia vida.

Para cumplir esa misión, la mujer ha de desarrollar su propia personalidad, sin dejarse llevar de un ingenuo espíritu de imitación que —en general— la situaría fácilmente en un plano de inferioridad y dejaría incumplidas sus posibilidades más originales. Si se forma bien, con autonomía personal, con autenticidad, realizará eficazmente su labor, la misión a la que se siente llamada, cualquiera que sea: su vida y su trabajo serán realmente constructivos y fecundos, llenos de sentido, lo mismo si pasa el día dedicada a su marido y a sus hijos que si, habiendo renunciado al matrimonio por alguna razón noble, se ha entregado de lleno a otras tareas. Cada una en su propio camino, siendo fiel a la vocación humana y divina, puede realizar y realiza de hecho la plenitud de la personalidad femenina. No olvidemos que Santa María, Madre de Dios y Madre de los hombres, es no sólo modelo, sino también prueba del valor trascendente que puede alcanzar una vida en apariencia sin relieve.
(87 Conversaciones) san Josemaría Escrivá (Fundador del Opus Dei)

martes, 20 de diciembre de 2011

Santa María de la Esperanza

NUESTRA SEÑORA DE LA ESPERANZA

Maestra de esperanza. María proclama que la llamarán bienaventurada todas las generaciones. Humanamente hablando, ¿en qué motivos se apoyaba esa esperanza? ¿Quién era Ella, para los hombres y mujeres de entonces? Las grandes heroínas del Viejo Testamento —Judit, Ester, Débora— consiguieron ya en la tierra una gloria humana, fueron aclamadas por el pueblo, ensalzadas. El trono de María, como el de su Hijo, es la Cruz. Y durante el resto de su existencia, hasta que subió en cuerpo y alma a los Cielos, es su callada presencia lo que nos impresiona. San Lucas, que la conocía bien, anota que está junto a los primeros discípulos, en oración. Así termina sus días terrenos, la que habría de ser alabada por las criaturas hasta la eternidad.

¡Cómo contrasta la esperanza de Nuestra Señora con nuestra impaciencia! Con frecuencia reclamamos a Dios que nos pague enseguida el poco bien que hemos efectuado. Apenas aflora la primera dificultad, nos quejamos. Somos, muchas veces, incapaces de sostener el esfuerzo, de mantener la esperanza. Porque nos falta fe: ¡bienaventurada tú, que has creído! Porque se cumplirán las cosas que se te han declarado de parte del Señor.
(286 Amigos de Dios) san Josemaría Escrivá (Fundador del Opus Dei)

viernes, 16 de diciembre de 2011

theotokos: Prefacio II de Navidad

theotokos: Prefacio II de Navidad: RIQUEZAS DE LA LITURGIA EUCARÍSTICA PREFACIO II DE NAVIDAD Juan Manuel Sierra López Doctor en Liturgia. Trabaja al servicio de la Santa S...

Prefacio II de Navidad

RIQUEZAS DE LA LITURGIA EUCARÍSTICA

PREFACIO II DE NAVIDAD

Juan Manuel Sierra López

Doctor en Liturgia. Trabaja al servicio de la Santa Sede como oficial de la Congregación para el Culto divino y la Disciplina de los Sacramentos.

El segundo prefacio para la Navidad se puede utilizar en el día de Navidad, durante la octava y todo el tiempo de Navidad, mientras no concurra una fiesta o solemnidad que tenga el prefacio propio.
Este texto se considera de nueva composición, elaborado para la edición del Misal Romano después del Concilio Vaticano II. Sin embargo, está inspirado en un sermón del papa san León Magno (Sermón segundo de Navidad: PL 54, 195-196) y recoge ideas y expresiones que se repiten en muchos de los antiguos textos litúrgicos romanos.

EL TEXTO

            Se trata de un prefacio más bien extenso, que presenta la obra de la salvación desde el misterio de Cristo, en un párrafo denso; por eso, el Misal lo titula “La restauración del universo en la Encarnación”. Dice así:
           
“Porque en el misterio santo que hoy celebramos, Cristo,
el Señor, sin dejar la gloria del Padre, se hace presente entre
nosotros de un modo nuevo:
el que era invisible en su naturaleza se hace visible al adoptar
la nuestra;
el eterno, engendrado antes del tiempo, comparte nuestra
vida temporal para asumir en sí todo lo creado,
para reconstruir lo que estaba caído y restaurar de este modo
el universo, para llamar de nuevo al reino de los cielos al
hombre sumergido en el pecado.

            La versión española se diferencia un poco de la versión latina, pues explicita algunos términos y añade una frase que condensa la enseñanza de la oración: “Cristo, el Señor, sin dejar la gloria del Padre, se hace presente entre nosotros de un modo nuevo”.

LO QUE ESTAMOS CELEBRANDO

            Tras la primera parte del prefacio, que introduce la acción de gracias, se nos llama la atención sobre lo que “hoy celebramos”: por medio de la liturgia nos unimos de tal manera al acontecimiento de la salvación  que pasa a constituir  un presente, en  Dios y en la asamblea que celebra. De esta forma, el “misterio santo”, que en este caso es la Encarnación y el Nacimiento de Jesucristo, se torna accesible y es posible asimilarlo en la realidad de nuestra existencia, no porque lo comprendamos plenamente con nuestra inteligencia, sino porque participamos de él, nos sumergimos en la salvación y participamos de ella.
            Vienen a nuestro recuerdo las palabras que el evangelio de Lucas repite sobre la Virgen María: “María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón Lc 2, 19 y 51). Los acontecimientos que han tenido lugar, siguen estando presentes como fuente de vida en nuestro corazón. Todo esto es aún más real en la vida de gracia y en el Año Litúrgico que se desarrolla en la Misa.

LA DIFERENCIA ENTRE CRISTO Y NOSOTROS

            Sigue un doble paralelismo que expresa la transformación de la persona de Cristo en la Encarnación: visibilidad y temporalidad. El Señor, en cuanto Dios, era invisible y no estaba sujeto al tiempo; al asumir una naturaleza humana, con todas sus consecuencias, se hace visible y empieza a estar sometido al transcurso del tiempo: semejante en todo a nosotros, menos en el pecado.
            Todo esto adquiere una especial plasticidad en los días de Navidad, pies la Iglesia nos invita a descubrir  nuestro Salvador en un niño recién nacido, con la ternura que encierra y la dificultad de comprensión.
            A continuación se explica la finalidad del misterio de la Encarnación y el Nacimiento con una triple afirmación: asume todo lo creado, reconstruye lo caído y restaura el universo. Esto se condensa en la acción sobre el hombre, centro de la creación, imagen de Dios y responsable directo del pecado y lo que éste implica: “Llamar de nuevo al reino de los cielos al hombre sumergido en el pecado”.
            Si ponemos nuestra atención en Jesús, si nos acercamos al misterio de la persona del Salvador, podremos comprender mejor el amor infinito de Dios que nos sale al encuentro y la trascendencia de la redención, que nos libra del pecado.
            Una vez más, se enlazan la primera creación y la recreación que tiene lugar gracias al sí de María, la nueva Eva, que hace posible la Encarnación y el nacimiento del Señor.

CONCLUSIÓN

            Este desarrollo del misterio de la salvación realizada por Cristo nos lleva a la alabanza de Dios Padre y a vivir con intensidad la acción de gracias en la Misa.
            Lo que celebramos es verdaderamente entrañable, sensible y profundo: es el amor infinito de Dios que se hace hombre para que el hombre se haga Dios; Dios participa de la humanidad para que el hombre pueda participar de la divinidad.

sábado, 10 de diciembre de 2011

Romance de Navidad

ROMANCE DE NAVIDAD

Ya que era llegado el tiempo
en que de nacer había,
así como desposado
de su tálamo salía.

Abrazado con su esposa,
que en sus brazos le traía,
al cual la graciosa Madre
en su pesebre ponía,

entre unos animales
que a la sazón allí había:
los hombres decían cantares,
los ángeles melodía,
festejando el desposorio
que entre tales dos había:
pero Dios en el pesebre
allí lloraba y gemía.

Que eran joyas que la esposa
al desposorio traía;
y la Madre estaba en pasmo
de que tal trueque veía:

el llanto del hombre enDios,
y en el hombre la alegría,
lo cual del uno y del otro
tan ajeno se solía.

                 San Juan de la Cruz

MADRE DE DIOS

Campo, ya diste el mejor Trigo.
Maduró, pura Viña, tu Racimo.
Corza, vimos tu salto más ardido.
Granada, ya ofreciste el Rubí vivo.
Azucena, se doran tus pistilos.
Bosque, brotó tu fresco Mantantío.
Alba, tu sol ha sonreído.
Jardín, volvió la luz del paraíso.
Madre de Dios, ¡ya vimos a tu Hijo!

                 Juan Bautista Bertrán.

LA VIRGEN ARRODILLADA EN NAVIDAD

¡Morena por el sol de la alegría,
mirada por la luz de la promesa,
jardín donde la sangre vuela y pesa:
inmaculada tú, Virgen María!

¿Qué viento turba el monte y le conmueve?
Canta su gozo el alba desposada,
calma su angustia el mar, antiguo y bueno.

¿Qué arroyo te ha enseñado la armonía
de tu paso sencillo, qué sorpresa
de vuelo arrepentido y nube ilesa,
junta tus manos en el alba fría?

La Virgen a mirarle no se atreve,
y el vuelo de su voz arrodillada
canta al Señor, que llora sobre el heno.

                        Luis Rosales